Debo decir que me resistí mucho a ver Roma de Alfonso Cuarón, pues usualmente cuando una cinta está en la mira y en el gusto de los críticos, las audiencias sufren. Desafortunadamente este es el caso.
Seguramente ya me gané el odio de muchos por esto, pero debo decir que después de verla no pude evitar odiarla por varias razones. La primera de ellas tiene que ver con “la fórmula” en Roma.
Nos encontramos ante una cinta contemplativa y conceptual (aún más que Birdman) donde las escenas son más descriptivas que explicativas, con una fotografía compuesta por planos generales y un montaje de secuencias lentas y sin mucha acción.
Los diálogos son escasos porque pretenden ser más introspectivos y tienen como propósito hacer que el espectador complete su carencia de guión. Es un tipo de cine “intelectual”, hecho para “que tú mismo le des el significado que quieras” y ese es su problema.
Mientras la veía, tuve el sentimiento de que Cuarón había hecho trampa y sólo se dedicó a hacer una película ganadora de premios, esa que todos los festivales aman, pues la fórmula cinematográfica funciona.
El conflicto Netflix-cine le dio ese tono novelesco que las redes sociales aman para aumentar su popularidad, y el que sea una cinta mexicana termina de completar el trío perfecto ganador de un Oscar.
La segunda cosa que me molesta en Roma más es Cleo. La cosa no es en contra de Yalitza Aparicio para que no se ofusquen, se trata del personaje, hay algo en él que no termina de gustar e incluso es desesperante. Sí, sabemos que ella era trabajadora doméstica, pero sólo conocemos su carácter por sus caricias a los niños, dos o tres salidas con su amiga y el reflejo de su situación como próxima madre.
Ustedes se preguntarán, ¿qué no es suficiente? Pues no, para querer a un personaje es necesario crear una conexión y no basta con retratar lo que miles de mujeres lamentablemente siguen pasando en el mundo y la forma en que lo afrontan, debe haber un detalle carismático, algo que te haga decir “ay qué jijo de su chingadamadre, pobre Cleo”, cosa que no pasa, siempre sientes que hay algo a medias y, que de hecho, ella podría hacer más como protagonista. La cámara la enfoca, pero su conflicto no se desarrolla tanto como el de su patrona.
Cuestión que me lleva a la tercera cosa que me molesta de Roma: el clasismo que la misma película trata de reflejar. En los 70’s las diferencias sociales estaban aún más marcadas. En Roma lo vemos, pues aunque Cleo sea parte de la familia, siempre se le recuerda su lugar como trabajadora doméstica.
No obstante, la forma en que se muestra su sufrimiento es bastante hipócrita, pues al ser una de las películas más personales de Cuarón no puedo evitar pensar que el director no tiene idea de lo que sufre una persona que está lejos de su casa, que no habla bien español, que la han dejado por estar en encargo y que debe servir a un familia que la quiere, pero no es la suya ( y no, no es pedo de género, si no de clase).
Sin embargo no lo culpo, el conflicto más desarrollado en su película es el de la patrona, justo porque él lo conocía más. La barrera entre Cleo y la familia aún sigue existiendo en una película sobre ella.
Sin duda, Roma ganará su Oscar, eso está más que dicho, ¿pero de verdad es una buena película? Sé sincero, ¿neta la disfrutaste? Yo sé que tendremos un final feliz y todas las Cleo de México y el mundo lo aplaudirán, pero me temo que eso no es suficiente para considerarla la cinta más representativa del cine mexicano.